O más Europa, o cada uno como pueda. O inflación, o paro. O primero el equilibrio y luego el crecimiento, o primero el crecimiento y luego el equilibrio. A las puertas de lo que suena a una segunda recesión, esos son los dilemas que deben resolverse. Siempre fueron esos.
Tienen que aclararlos los gobernantes como Merkel, Sarkozy o Zapatero. Pero también debemos resolverlos los ciudadanos como usted y como yo.
Por que ¿de verdad estamos listos para los cambios que van a traer los eurobonos a nuestra soberanía y gobierno económico, o sólo nos acordamos de Alemania cuando truena?
¿De verdad estamos listos para pagar ese impuesto voraz y peligroso que es la inflación para que los demás encuentre trabajo, o el paro es algo que sólo nos preocupa cuando nos afecta?
¿De verdad estamos listos para asumir que la fiscalidad debe cambiar radicalmente y las coartadas que todos nos buscamos para amparar el fraude fiscal sólo son eso, coartadas, o vamos a seguir con la milonga de que pagamos muchos impuestos y lo que hay que hacer es gastarlos mejor y todo arreglado?
Mi profesor de economía política, el venerable catedrático Otero, siempre decía que la deuda era un impuesto que gravaba a nuestros hijos y nietos. Nunca fue tan verdad.
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