El
caso más notorio de desmantelamiento de la enseñanza pública se está produciendo en el ámbito de la
educación universitaria. Dos fuerzas han acelerado la intensidad del abordaje.
Por un lado, la educación superior ofrece un campo de expansión muy amplio
para la iniciativa privada. En la educación superior, la red concertada y la
red privada apenas se han desarrollado dada la supremacía de la red pública.
Por otro lado, la Gran recesión ha
supuesto un frenazo considerable en las expectativas de negocio de muchas
recién creadas universidades privadas. Un estudio comparativo del Consejo Estatal
de Estudiantes de Medicina sobre las solicitudes de traslado desde centros
privados a las facultades de medicina de Madrid acreditaba que su número había
aumentado en un 30% entre 2011 y 2012. La razón
fundamental se situaba en el precio de los estudios: el coste de los centros
privados dobla al de los centros públicos (Formación.publicaciónmedica.com.
18/12/12). Otro estudio
de la Federación de Consumidores y Usuarios, realizado sobre catorce
universidades y 600 titulaciones, concluye que el precio de un año en la
universidad privada multiplica por ocho al precio de la universidad pública.
7300 euros frente a 850. (larazon.es. 25/9/2010).
La reducción de la duración de los grados a tres años y la ampliación de los masters de pago a dos, la ruidosa paralización de concursos ya convocados de profesorado universitario y la jibarización de las plantillas docentes,
la vinculación de la oferta de título a un cupo mínimo de alumnos, el
cuestionamiento de la política de becas o la reducción drástica de fondos y
presupuestos se han cebado de manera especial contra la enseñanza universitaria
pública. A ello debe sumarse, que el discurso
corsario ha sido especialmente agresivo contra la universidad pública. De manera insistente, el Ministro Wert ha
calificado a la universidad pública española de “endogámica”, despilfarradora o
mediocre, cuestionado la calidad de la universidad española con el “riguroso”
dato de que ninguna figura entre las 150 primeras del famoso ranking de
Shanghái. La verdad es que entre las 500 mejores, figuran once universidades
públicas, ninguna privada. “Solamente un tercio de los estudiantes
terminan un título sin repetir ningún curso, la media de la OCDE está en el
40%, y la tasa de abandono en la universidad es del 30%, el doble que en
Europa…. Si esto lo convertimos en dinero, significa que estamos tirando unos
3.000 millones de euros por culpa de este abandono universitario”. (José
Ignacio Wert. elplural.com 13/4/2012). Tampoco se ha renunciado a tácticas ya
empleadas en la sanidad, como sembrar la incertidumbre y la indeterminación
sobre el cobro de las nóminas de los profesores, retrasando de manera
deliberada la transferencia de los fondos que las autonomías reciben del estado
para ese fin.
La
razón de tanta virulencia es doble. Por un lado, la ideología y la carrera
profesional dominantes en el círculo
corsario educativo tienen mucho que ver con la hostilidad hacia un modelo
de universidad pública que no entienden, o con el cual nunca se han entendido.
Pero sobre todo, cuenta la economía. En la educación secundaria y primaria el
modelo de las redes de servicios diferenciadas ya está institucionalizado.
Basta con asegurar su espacio y su cuota en ese mercado educativo. En la
educación superior, el modelo dual tiene mucho por hacer. Hay que abrir mercado
a una universidad privada que, en España, aún carece de marca y prestigio. La
enseñanza universitaria aparece como un mercado emergente. La universidad era
donde debía apostarse más fuerte para asegurar el botín del negocio privado de
la educación superior.
El
futuro previsto para nuestra universidad por los piratas de lo público se
refleja en el espejo de los universitarios norteamericanos. En 2013, acumulan
una deuda en préstamos universitarios que supera los 850 mil millones de
dólares. Una pesada carga sobre las espaldas de unos licenciados y graduados
con más dificultades de las esperadas para encontrar trabajo en plena recesión.
Muchos de ellos estudian incluso interponer
demandas contra los centros universitarios que les obligaron a endeudarse a
cambio de una promesa de empleo y prestigio que no pueden cumplir.
Texto extractado de Piratas de lo Público. Antón Losada. Deusto. 2013
Un pequeño comentario. Muchísima gente está echando espumarajos por la boca por los grados de tres años, como si eso fuese un problema. No sólo no lo es, sino que está bien: si funciona en toda Europa, no vamos a ser nosotros una vez más los más listos. El problema son los astronómicos precios de las matrículas de máster. Contra eso es contra lo que hay que luchar.
ResponderEliminarHasta una de las cabezas que diseñó Bolonia ha dicho que es una aberración. Que yo sepa de los países que se supone que tienen una buena universidad solamente lo cumple Francia.
EliminarSaúl, al habla un estudiante de letras. Quizás este tipo de grado sirva para ultra-especializar a un (pongamos) biólogo en (pongamos) microbiología. De ahí saldrán tipos muy preparados en microbiología (y nada más). En cambio, si a un humanista le restas carga docente, formación, transdisciplinariedad (un mega-historiador medieval, y sólo eso) no servirá de nada. Al menos en el concepto que yo tengo de humanista (y de historiador por la parte que me toca).
ResponderEliminarTocará pelear esto en la calle, como siempre.
¡salud!