El abstencionista invisible El Periódico de Catalunya Opinión
ANTÓN Losada
Tras los argumentarios de fantasía para aliviar la noche electoral, van aflorando las agitadas resacas producto de ganar o perder. Recurriendo al imaginario catódico y para resumir, en el PP han pasado de sufrir un Falcon Crest, con Esperanza Aguirre de Ángela Chaning y Rajoy de incauto Chase Ioverti, a una permanente exaltación de la amistad en plan Vacaciones en el mar. Su problema es emparejar tanto amor donde reinaba la conspiración. En palabras de Camps, todos se quieren un huevo. Lástima que la pandemia de inquisidores no ceje y el tal Gürtel siempre llame dos veces.
En el PSOE ya no forman esa gran familia tan feliz al estilo de Con ocho Basta y se mueven en la tensa intriga propia de El internado. El liderazgo de Zapatero retiene las navajas, pero salen algunos cuchillos de postre para estoquear un poco a Leire Pajín, convertida en el personaje candidato a punto de llevarse el susto siguiente.
Ambos coinciden en algo: los abstencionistas les son invisibles y ajenos. En sus análisis, el voto es nacional y cuenta, mientras que la abstención es europea y que inventen ellos. Siendo ciertos los déficits de participación cuando falta el incentivo principal, elegir Gobierno, no lo es menos que buscaron movilizar a los suyos y fallaron. Rajoy reclamó el voto de castigo al Gobierno y cuatro de cada 10 de sus votantes del 2008 encontraron algo mejor que hacer. Zapatero pidió un voto de confianza y 5 de cada 10 se mantuvieron a prudente distancia de las urnas. En las generales todo cambia, pero los votantes son los mismos y algo habrán querido decir. Pero nadie escucha. ¿A quién debería interesar más? Sin duda, a los socialistas. La historia prueba cómo en elecciones con baja participación la derecha ofrece mejores prestaciones.
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