Crece el debate sobre quién ganó o quién perdió con el acuerdo in extremis sobre la deuda USA. Preguntémonos mejor quién ha conseguido sus objetivos.
No era una cuestión económica. Así que dejemos al margen las hipótesis sobre la bondad o la maldad de la deuda. Era un asunto político e ideológico y como tal se ha sustanciado. No se trataba de eficiencia económica o de tener razón. Se trataba de obtener un compromiso con los votos suficientes
El Tea Party quería dar un paso más en su santa cruzada contra Obama. Forzarle a ser el primer presidente que no pudiera pagar y, en su defecto, humillarle ahora y hacerle pasar por otro escarnio similar el año que viene, como regalo de arranque de la campaña electoral. No lo ha conseguido.
El Tea Party sí ha conseguido demostrar quién manda en el Partido Republicano. Se equivocan aquellos que dicen que el pacto estaba asegurado. La quiebra era su mejor opción. Uno de sus radiopredicadores más destacados no se ha cansado de anunciar que si el 2 de agosto no había acuerdo, carecía de importancia: se trataba de una fecha inventada por Obama por ser el segundo día del Ramadán,
Los Demócratas querían recuperar el control del la agenda y dejar de dar la sensación de que los republicanos marcan el paso. Lo han conseguido en parte, gracias a que los republicanos se han tropezado ellos solos consigo mismos. Pero de las negociaciones sale a cambio un Partido Demócrata más dividido y desorientado de lo que ya estaba. Y eso es mucho decir
Obama era el que más se jugaba, en un país donde el 80% reclamaba un acuerdo y le culparía a él de no haberlo. Tenía un triple objetivo: no ser el primer presidente que declara un impago, no volver a pasar por semejante vía crucis otra vez en año de elecciones y meter en la agenda la reforma fiscal para las rentas más altas y las grandes empresas.
Los dos primeros han quedado asegurados. El tercero depende del futuro incierto de una comisión bipartidista, que deberá negociarlo en los próximos meses. Pero vuelve a la agenda después de que los Republicanos consiguieran excluirlo en diciembre.
Obama, el primer presidente que ha tenido que hacer pública su partida de nacimiento, se libra de ser zarandeado por sus oponentes en el Capitolio en el año en que se presentará a la reelección. Juzguen ustedes quién tiene más y mejor de cuánto quería
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