21/2/09

Cambio? habelo haino

EL PAIS. ANÁLISIS: Elecciones 1-M - La campaña
¿Cambio? Habelo haino ANTÓN LOSADA 20/02/2009 A los escépticos del cambio, la tocata y fuga para debate de Johan Sebastian Feijóo bien pudiera probarles cómo alegremente dábamos por hecho que ningún candidato podría negar nuestro derecho al debate y cómo el 1-M se juegan incluso estos avances más cotidianos. Y es que, a falta de contraste con el oponente, los bipartitos andan enredados en la discusión mayor con sus electorados más desencantados sobre si hubo cambio o no. Así formulada, la cuestión resulta tan imposible como aclararle a la Ingrid Berman de Casablanca si retumbaba su corazón o los cañones de los alemanes sobre Paris. Para acordar una respuesta, deberíamos definir primero qué demo es el cambio, su orden y cuánto es suficiente, Ya que estamos en febrero, digamos que el cambio es cómo los Oscar. Todos tenemos nuestra película favorita y si no gana, Hollywood está vendido al cine comercial. Cambio es una potente metáfora, pero como categoría política para juzgar a un gobierno resulta confusa. Más exacto parece referenciar el saldo bipartito al pacto de gobierno. Con ese documento en la mano y con sus luces y sombras, el balance cuadra netamente positivo. Pero incluso aceptando usar medida tan imprecisa, negar el cambio hoy en Galicia supone un ejercicio de desmemoria prodigioso. Sólo quién ha olvidado la Administración basura legada por Fraga puede sostener que el bipartito ha parido un nuevo caciquismo, tras extender los principios de publicidad y concurrencia a todas sus contrataciones. Sólo quien ha olvidado la incuria del PP hacia los más desasistidos, puede convertir en descalificación sumarísima del primer intento de crear un sistema gallego de bienestar la casuística de lamentables errores que deja en sus inicios. Este negacionismo supone también un ejercicio de refutación de la evidencia. Si la política lingüística fuera igual, ni habría Galicia Bilingúe ni la derecha proclamaría el advenimiento de la dictadura de los mil hijos de Castelao. Si la política de vivienda fuera igual, el plan sectorial de Táboas habría sido aplaudido por los ayuntamientos como aquellos millones que la Xunta popular hacia llover a mayor gloria de los alcaldes. Si la política de industria fuera igual, no existiría la larga lista de dolientes ex beneficiarios. Si la política de igualdad fuera igual, sería exótica la cruzada de la derecha para liberar a nuestros hijos del Gulag de las galescolas. Nadie niega que muchas cosas debieron hacerse de otra manera. La estrategia socialista de sustitución del fraguismo por el touriñismo deja heridas tan visibles como una política informativa donde sólo cambia la estrella del reality show presidencial, o una política de infraestructuras a golpe de carpa, casco y gaiteiros. Pero este grado de inercia, homologable a otras experiencias de alternancia en el poder, no explica el desapego que arrojan las encuestas. Acaso parte de la explicación resida en que donde algunos dicen cambio, quieren decir otras cosas. Así, cabe preguntarse si cuando niegan el cambio quienes gustan definirse como los sectores más dinámicos de nuestra sociedad, lo hacen desde un uso tan conservador como confundir lo suyo y lo de todos. Sirva de ejemplo la reciente manifestación de Galiza non se vende o cada colectivo con su tema, unidos por la perenne gran causa común gallega: "¿Qué hay de lo mío?". Cada uno descalifica al bipartito según se desatendió su causa individual. El problema no es el cambio, sino que no fuera a la carta. Las feroces descalificaciones emitidas desde los sindicatos suenan a meros preámbulos para dar cobertura a su exigencia de manejar en exclusiva el acceso a la función pública. El problema no es cambio, sino sus expectativas de control sobre la Administración. El fervor crítico que profesa hoy la prensa más subvencionada del Occidente, en contraste con la asepsia acrítica prescrita a Feijó09 de quien informan como si nunca hubieran gobernado practicando lo contrario de cuánto promete, prueba que su problema tampoco es el cambio, sino que no gobiernan los suyos. Un espectáculo ante el cual yo también protesto. Llámenme progubernamental si quieren. Mi trayectoria lo avala. Pero estoy entre quienes piensan que se puede no creer en el cambio, pero habelo, haino.

2 comentarios:

  1. Anónimo21.2.09

    Cambio houbo, claro que si. Faltaría... A cuestión é se o cambio que ti avalas, foi o que se promulgaba noutros tempos. Alomenos, moitos pensamos que non. Pero non por iso queremos que caiga o bipartito, que parece que é o que che preocupa, pero si que non quedamos coas mans cruzadas, como moitos quererían. Non se admite a crítica dos nosos?
    Erras ao alcumar de "intereses individuais non recibidos" aos que hoxe protestan nas rúas de Santiago, e non falo dos de Galicia Bilingüe precisamente. Se ti mesmo protestas, por qué non recoñecer as protestas dos ben cualificados "descontentos", cando berran o mesmo que berraban hai catro anos?
    A autocrítica, admirado Antón, é moi enriquecedora, e a soberbia, unha miseria. E alomenos eu penso que a característica deste Goberno foi a soberbia. Pensar que o sabes todo non é bo, profesor.
    Non poderiamos negar o traballo dalgúns, pero o traballo hai que facelo ben. E non por publicitar "a bombo e platillo" o Sistema Galego de Benestar podemos quedar calados ante o feixe de actuacións ineficaces, non, haberá que corrixilas, non si? E, sobre todo, ESCOITAR máis aos que tentan defendelo e aos que traballan diariamente nel. Aos vosos.
    As frases de "iso nós non o facemos" sabes ti ben que quedou atrás. Ou a de "ese procedemento é unha norma do PP, non hai que seguilo" tamén a coñeces. Se non estás dacordo coa norma, modifícala e despois implementa a política concreta como o desexes e non saltarse os tempos procesuais ao chou.
    E o que si criticamos é o emprego de prácticas coma a de "acarrear aos vellos" como mera mercancía. Non home non. Moitos pensamos que non vale todo, os nosos non teñen salvoconduto para o que lles pete. Guste ou non guste. E a reiterada alusión a que os de antes tamén o facían é un noxo.
    Unha aperta, Antón. Sigo tengo a mágoa de que non protagonices máis a realidade política galega. Es un revolucionario.

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  2. Anónimo22.2.09

    Hay dos afirmaciones suyas que me llaman poderosamente la atención, a saber, la supuesta "causa común gallega: Qué hay de lo mío?", y el "fervor crítico de la prensa más subvencionada de Occidente".
    Respecto a lo primero me gustaría comentar que son precisamente los intereses de los individuos, o grupos en segunda instancia, los que no sólo fundamentan la política y las políticas, sino el funcionamiento transversal de la sociedad en general hasta el sustrato último de las relaciones personales. La vida del individuo en sociedad está fundada legítimamente en las relaciones de poder, desde los países como entes soberanos hasta las personas, pasando por, por ejemplo, los colectivos profesionales o las multinacionales. Por ello, no puedo estar más en desacuerdo con su crítica en relación con los que, a su juicio, descalifican la gestión del bipartito porque ésta no ha respondido as sus intereses. De hecho,a mi parecer, los que así actúan tienen razón. Disfrutamos de una sociedad que se entiende democrática y los elegidos que ostentan los poderes públicos están sujetos a la llamada "accountability".
    No soy de las que piensen que se ha hecho todo mal, simplemente intento sopesar las cosas buenas, que habelas hainas, con las malas, en función de mis intereses como ciudadana. Y no le voy a desvelar el resultado.
    En cuanto a las críticas ejercidas desde las atalayas periodísticas que parecen no ser de su agrado, quisiera mostrarle mi perplejidad. Los medios, auténticos cetros de poder, hacen muy bien en buscarle las cosquillas a nuestros gobernantes. Claro que también deberían sacudir a la oposición, pero, como diría Alejandro Sanz, no es lo mismo, porque el bipartito tiene más responsabilidad que Feijoo y siempre hay que ser desconfiado con el poder. Usted mismo participó, creo recordar, en una "entrevista" conjunta a Rodríguez Zapatero en la que los periodistas, en vez de intentar poner al presidente contra la pared, se dedicaron a bailarle el agua. Qué vergüenza! Visione usted alguna entrevista a políticos en UK o Alemania para ver lo que se cuece y descubrirá auténticos baremos democráticos.
    No hace falta leer periódicos para enterarse de las cacicadas del Bloque. Quienes vivimos en el campo sabemos sin intermediación de la Voz de Galicia que algunos concejales y militantes de la formación apuntada trabajan en entes dependientes de Vicepresidencia por su vinculación orgánica (y en algunos casos sin estudios). Y reconocido por los propios militantes. Además, hay que tener en cuenta que el PP estuvo cuatro legislaturas tejiendo su nauseabunda red clientelar, sí, pero lo de ahora es doblemente asqueroso, por hipócritas.
    Un saludo de una antigua alumna, que a pesar de todo lo admira como docente.

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