Desde el primer día de su mandato, Rajoy y el Partido Popular han buscado convertir en un problema de orden público toda protesta política o movilización social contra sus políticas de austeridad por cualquier medio necesario. Si eso fallaba, el plan B era intentar revolver a los ciudadanos contra los protestones presentándolos como cuadrillas a la caza de sus derechos ciudadanos.
La derrota total de Ana Botella en su doble intento de criminalizar primero y desacreditar después a los huelguistas debe haber encendido todas las alarmas en Moncloa. El éxito de las manifestaciones contra las políticas de sufrimiento masivo del gobierno Rajoy habrán contribuido más bien poco a su tranquilidad.
El conflicto de Madrid prueba dos cosas. Primera, mucha gente empieza a percibir con claridad que esta "austerocracia" donde el ahorro lo legitima todo representa una amenaza real para sus derechos básicos. Segunda, se puede ganar si se mantiene el pulso. Ni es la única alternativa, ni queda otra que hacerlo. Sí se puede....
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